viernes, 31 de octubre de 2008

Jack London. El lobo de mar. Alianza Editorial

Desatascado después de la amplitud del lenguaje de Mujica Láinez, devoro esta novela que me recomienda y presta mi hermana Mercedes. Si echaba en falta tensión narrativa me he hartado. El personaje de Lobo Larsen es magnífico, una filosofía natural llevada a la práctica con una violencia inusitada.

El argumento es de película y veo que Edward G. Robinson hizo de Lobo en una película del año 1941 que estoy seguro que vimos en su día pero que no recuerdo.

Me siguen sorprendiendo autores como London que escribieron novelas clásicas a edades tan tempranas, 24 años.

Muy recomendable para los amantes de los barcos de vela. Me han entrado ganas de navegar en la goleta El Fantasma.

Diego

martes, 21 de octubre de 2008

Bomarzo. Mujica Láinez. El uso de la lengua

He terminado, por fín, este libro que me recomendó mi hermano Asís y al que he dado tres estrellas. Para los interesados en la novela histórica y sobre todo para los interesados en el renacimiento; y para los interesados en el uso de la lengua castellana.

Aparente biografía de Pier Francesco Orsini, un duque del renacimiento italiano a quien su horóscopo había pronosticado una vida eterna. Conocido este hecho desde el incio del libro el relato pierde tensión narrativa. La historia repasa la época y las familias que conformaron el poder en la Italia de aquellos tiempos en la que el Emperador Carlos disputaba con Francisco I el poder en Europa, que entonces era el mundo. Muy interesante el papel jugado por los condotieros y el Papa, que dependiendo de sus intereses apoyaban a uno o a otro. Algunos momentos espléndidos como la coronación de Carlos o la batalla de Lepanto.

Escribe Mujica con gran riqueza expresiva lo que hace la lectura de esta mala edición del periódico El Mundo un poco ardua. Como ejemplo os copio una frase en la que el protagonista describe un cuadro en casa de los Medici, en la que pasó su adolescencia:

"Sobre ellos descendía, como si un foco central la proyectara en el corazón del cortile, la áurea vibración solar, reverberando en géneros y metales, inflamando rubíes y plumas, mientras que en el intercolumnio aparecían y desaparecían las grupas y las crines de los caballos piafantes y entraban y salían los escuderos, los lacayos y los escalavos de Hipólito, recibiendo de tanto en tanto, como un toque pictórico, en un peto, en las piernas, en la arista del brazo, una breve pincelada de la luz que enaltecía la diversidad extravagante del séquito del cazador, formado por moros de Africa del Norte, por arqueros tártaros, por un bullir de caras y de torsos cuyos tintes iban del lustroso negro del ébano a la amarillenta palidez del marfil, y de crenchas rebeldes domadas por gorros y turbantes multicolores"

No sé si me explico, es como un cuadro barroco al que sólo le faltan unos papagayos y un tigre de Bengala.

Diego