lunes, 22 de junio de 2009

Octavio Paz. Ensayo sobre la obra de Lévi-Strauss

El título completo del libro es: "Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo", editado por Seix Barral/Biblioteca breve en 140 páginas. Octavio Paz (México 1914-1998) escribe este ensayo en 1967, tras la lectura de varias obras del famoso antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908)
Un pequeño ensayo que me ha sorprendido favorablemente y que recomiendo a los interesados en remover un poco sus conocimientos sobre la especie. Octavio Paz escribe con cariño y admiración sus reflexiones sobre la obra de Lévi-Strauss a quien admira. Desconocía yo que Octavio tuviera estas inclinaciones y le hacía más poeta y novelista que ensayista, de aquí la sorpresa.
Leí en su día con cierta dificultad "El Pensamiento Salvaje" de Lévi-Strauss. Me siento satisfecho al ver que entendí lo mismo que Octavio si bien no en la extensión y profundidad que lo hace este. Sospecho que si hubiera pretendido entender en su totalidad los ensayos que he leído no habría leído muchos de ellos.

Me ha gustado muchísimo el capítulo en el que trata de las artes. En cuanto a la poesía dice:

La «frase poética», unidad rítmica mínima del poema, cristalización de las propiedades físicas y semánticas del lenguaje, nunca es un querer decir: es un decir irrevocable y final, en el que sentido y sonido se funden.
El poema es inexplicable, excepto por sí mismo. Por una parte, es una totalidad indisociable y un cambio mínimo altera a toda la composición; por la otra, es intraducible: más allá del poema no hay sino ruido o silencio, un sinsentido o una significación que las palabras no pueden nombrar. El poema apunta hacia una región a la que aluden también, con la misma obstinación y la misma impotencia, los signos de la música. Dialéctica entre sonido y silencio, sentido y no sentido, los ritmos musicales y poéticos dicen algo que sólo ellos pueden decir, sin decirlo del todo nunca. Por eso, como la música, el poema «es un lenguaje inteligible e intraducible». Subrayo que no sólo es intraducible a las otras lenguas sino al idioma en que está escrito. La traducción de un poema es siempre la creación de otro poema; no es una reproducción sino una metáfora equivalente del original.
En suma, la poesía trasciende al lenguaje porque transmuta ese conjunto de signos móviles e intercambiables que es el lenguaje en un decir último. Tocado por la poesía, el lenguaje es más plenamente lenguaje y, simultáneamente deja de ser lenguaje: es poema.
Y más adelante:
De nuevo poeta y lector son momentos de una misma operación; después de escrito el poema, el poeta se queda solo y son los otros, los lectores, los que se recrean a sí mismos al recrear el poema. La experiencia de la creación se reproduce en sentido inverso: ahora el poema se abre ante el lector. Al penetrar en esas galerías transparentes, se desprende de sí mismo y se interna en «otro él mismo», hasta entonces desconocido. A un tiempo el poema nos abre las puertas de la extrañeza y del reconocimiento: yo soy ése, yo estuve aquí, ese mar me conoce, yo te conozco, en tus pensamientos veo mi imagen repetida mil veces hasta la incandescencia ... El poema es un mecanismo verbal que produce significados sólo y gracias a un lector o un oyente que lo pone en movimiento. El significado del poema no está en lo que quiso decir el poeta sino en lo que dice el lector por medio del poema. El lector es ese «silencioso ejecutante» de que habla Lévi­Strauss. Es un fenómeno común a todas las artes: el hombre se comunica consigo mismo, se descubre y se inventa, por medio de la obra de arte.

Le pongo cuatro sobre cinco.

Un abrazo.

Diego

2 comentarios:

Rafa dijo...

De Octavio Paz y en una antología recientemente publicada he leído este poema,

Entre irse y quedarse

Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.

La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.

Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.

Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.

Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.

La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.

En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.

Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa.

Un abrazo

Rafa

Diego dijo...

No conozco casi nada de este escritor. He leído unos cuantos poemas como el que adjuntas que me han parecido estupendos.

Hay mucha poesía de calidad y leerla es recrearla, como dice Octavio.

Qué nombres tan grandiosos les ponen a los latinoamericanos. Desde Agamenón a Newton, pasando por Marco Aurelio.