Este autor holandés, casado con una española, ha vivido largas temporadas en Barcelona; allí supo del homicidio, cometido por unos jóvenes, de un vagabundo que dormía en el vestíbulo de un banco destinado a los cajeros automáticos.
Koch traslada a Holanda el grave incidente y lo utiliza como el elemento dramático que golpea a las familias de los homicidas.
Aunque hay varios flash back, la novela mantiene la economía de personajes: dos matrimonios padres de los delincuentes; uno formado por un político aspirante al cargo de primer ministro y su bella esposa y el otro por el hermano del anterior, un violento profesor retirado, su encantadora mujer y su joven hijo. Y también las unidades de lugar y tiempo: la acción se desarrolla durante una cena en un lujoso restaurante y los capítulos se identifican por los platos que disfrutan: aperitivo, entrante, segundo, postre, etc.
El relato busca equilibrar la gravedad y el humor, este algo burlón, y aunque usa recursos de la novela policíaca: acercarse a la verdad por capas, como las muñecas rusas, es en realidad una seria reflexión sobre el mal, sus causas inexplicables, eventualmente genéticas y nuestra actitud servil e interesada ante él.
La novela ha sido un éxito internacional; tiene 280 páginas y se lee con mucho interés, pero no me ha convencido del todo por la sombra de la eugenesia y el mensaje de qué malos somos.
Le he puesto xxx y está a vuestra disposición.
Un abrazo, Rafa