jueves, 21 de abril de 2011

Rojo y negro de Stendhal (1830)




Stendhal (1783-1842) es uno de los 350 seudónimos que utilizó Heri Beyle, que a lo largo de su vida escribió muchísimo sobre diversos temas: viajes, pintura, música, pero utilizados como telón de fondo para hablar de si mismo (también escribió una autobiografía de su infancia y juventud), pero muy pocas novelas (la primera a los 43 años), si bien dos estupendas: Rojo y negro (1830) y La cartuja de Parma (1839).


Stendhal era rechoncho, patilludo y enamoradizo con escaso éxito, anticlerical y antiaristócrata, aunque frecuentaba los salones de la alta sociedad parisina donde contaba divertidas anécdotas, muchas inventadas.


Nació en Grenoble, en una familia burguesa, y aun siendo un excelente matemático no terminó sus estudios y se incorporó al ejército de Napoleón en la campaña de Italia. Fue funcionario en Alemania, Austria y Rusia y trabajó y vagabundeó por toda Europa. Muere en París sin haber alcanzado la notoriedad, aunque siempre confió que el tiempo reconocería su genialidad. El ilustre Menedez Pelayo escribió: De Stendhal puede decirse que ganó todas las batallas después de muerto.


Fátima Gutiérrez, en la edición de Cátedra de esta obra, resalta que con ella se inicia el realismo-romántico, que aunque conserva el héroe del romanticismo que se enfrenta a la sociedad hasta entregar su vida, es en la forma de relatar los hechos, esforzándose en una descripción objetiva del espacio y la época y de los detalles cotidianos lo que inaugura la estética realista.


Julián Sorel, el protagonista de Rojo y negro es una mezcla de la clase de hombre que Stendhal era y hubiera querido ser: gustar a la mujeres, buen conversador, gran memoria, valiente y ambicioso, sensible, calculador y desconfiado, vanidoso y susceptible, ingrato y sin escrúpulos, pero emotivo ante la bondad y generosidad. En la página 82 lo describe así:


Tenía las mejillas enrojecidas y los ojos bajos. Era un chico joven, de dieciocho a diecinueve años, de apariencia débil, con las facciones irregulares pero delicadas, y una nariz aguileña. Sus grandes ojos negros que, en los momentos tranquilos, denunciaban reflexión y ardor, en aquel instante reflejaban un odio profundo. El pelo castaño le salía desde muy abajo de la frente, lo que en los momentos de cólera, le daba un aspecto malévolo. De entre las innumerables variedades de fisonomías humanas, quizá no haya ninguna tan lejos de la vulgaridad como ésta. Su figura esbelta y bien formada denunciaba más agilidad que vigor. Desde su primera juventud, su aspecto extremadamente pensativo y su gran palidez habían dado al padre la impresión de que no viviría mucho y que, si lo hacía, sería una carga para su familia. Despreciando a todos, en su casa, odiaba a su padre y a sus hermanos. En los juegos que se celebraban en la plaza pública los domingos, siempre perdía.


Este joven va a enamorar a dos hermosas mujeres: una casada, madre de dos hijos y otra joven aristócrata.


Basada en un hecho real, la historia interesó al autor, enriqueciéndola de tal manera que su ajuste dramático final no es consecuente con la enjundia de sus caracteres.


En un ameno prólogo, de algo más de treinta páginas, de La Nave de los locos de la serie de Aviraneta, titulado Prólogo casi doctrinal sobre la novela, que el lector sencillo puede saltar impunemente, Don Pío Baroja nos habla de su opinión sobre la novela actual y sobre Rojo y Negro en particular, abundando en el divorcio entre la pobreza de la realidad y la riqueza del realismo de Stendhal.


¿Qué puede animar a un lector de nuestros días para meterse en esa sociedad y en esos dramas?


No lo sé. Yo leí La Cartuja de Parma y me entusiasmó y tenía desde hace la mar de años en la mesilla Le rouge et le noir sin atreverme con él: adulterios, pelucas, dramas. Me decidí y entré en la historia, cuya primera parte es estupenda y una segunda, algo premiosa, pero que no desmerece de la primera. Rica en ideas y vida te arrastra a lo largo de sus más de 600 páginas.


Lampedusa (El Gatopardo) habla de la economía de medios de este autor que ha logrado resumir una noche de amor en un punto y coma:


La virtud de Julien fue igual a su dicha; tengo que bajar la escala, dijo a Matilde, cuando vio el alba aparecer.


Le he puesto xxxx1/4 y está a vuestra disposición.


Un abrazo, Rafa





2 comentarios:

Diego dijo...

Guardo un recuerdo espléndido de esta novela que fue la primera que leí de Stendhal y la que más me gustó.
Un monstruo de la literatura.

Peter dijo...

Yo también guardo buen recuerdo, la recomiendo a todos. La Cartuja la tengo en la lista de pendientes, que cada vez es mayor.