Don
Mario, después de su ambicioso libro El
sueño del Celta, en que la amenidad no era su virtud más reseñable, ha
vuelto con un relato jovial con sabor a novela ejemplar y que es la suma de dos
historias, que alternan capítulos y finalmente se unen, localizadas en Lima y
Piura escenarios de otras excelentes ficciones suyas y con personajes
secundarios viejos conocidos como el sargento Lituma presente en La casa
verde (1965), ¿Quién mató a Palinuro Moreno?(1986) y Lituma en los Andes (1993), y el cuarteto formado por Don Rigoberto, Fonchito, hijo de
su primer matrimonio, Lucrecia, su segunda mujer y Justiniana la criada que
Vargas con una veta erótica, casi pornográfica nos sorprendió en El elogio de la madrastra (1988) y en Los cuadernos de Don Rigoberto (1997).
Una
de las historias es la de Felícito Yanaqué, hombre que ha luchado lo indecible en
la vida y levantado una empresa de transportes en Piura, de la que se siente
sumamente orgulloso. Recibe un anónimo amenazante, que lleva como firma una
araña, reclamándole una aportación mensual de dinero. Felícito, el héroe discreto siguiendo el
consejo de su difunto padre: Nunca te dejes
pisotear por nadie, actuará en consecuencia.
La
otra historia es la del octogenario
Ismael Carrera, propietario de una compañía de seguros en Lima, jefe y amigo de Don
Rigoberto, al que pide sea testigo de la singular boda con su empleada
doméstica Armida a la que dobla en edad. Este acontecimiento traerá cola. Don
Rigoberto reflexiona:
Dios mío, qué historias organizaba
la vida cotidiana; no son obras maestras, están más cerca de los culebrones
venezolanos, brasileños, colombianos y mexicanos que de Cervantes y Tostoy, sin
duda. Pero no tan lejos de Alejandro Dumas, Émile Zola, Dickens o Pérez Galdós.
La novela es encantadora por
la frescura que transmite su expresivo lenguaje peruano español y por los ecos de
la diversión que a buen seguro Mario Vargas ha tenido escribiéndola.
Le
he puesto XXXX y está a vuestra disposición
Rafa
1 comentario:
Muy buena noticia la de recuperar al Vargas Llosa tradicional aunque tampoco estuvo mal su incursión en la novela histórica.
Gracias, Rafa.
Diego
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