Tremenda novela histórica japonesa ésta que acabo de terminar. Su autor, Eiji Yoshikawa, parece que originalmente la escribió en cinco libros pero en mis manos cayó todo el conjunto como una sola pieza. Al leerlo en formato electrónico y no visualizar el peso y volumen de la obra en papel, no he sido consciente del reto al que me enfrentaba hasta bien entrados los cuatro meses que he tardado en terminarla.
Yoshikawa es un autor (fallecido) de mucho prestigio en Japón, pero aquí no debe ser muy famoso ya que la temática de sus libros es de más difícil exportación que la de otros compatriotas suyos de los que hemos disfrutado mucho los lectores de este blog. Sus influencias están en las grandes obras clásicas de Japón, como el Heike Monogatari, que es como la Ilíada de Homero para nosotros. Más que a un Ken Follet de la vida me ha recordado a Pérez-Galdós.
En Taiko, nos cuenta la reunificación de Japón a finales del s.XVI (periodos Sengoku y Azuchi-Momoyama) y para ello utiliza como hilo conductor la vida de Toyotomi Hideyoshi. Este fue uno de los tres artífices de la unificación de un país que llevaba unos cien años de guerra civil permanente entre señores feudales.
La vida de Hideyoshi es la clásica historia de un niño feo - concretamente con cara de mono - y pobre que acaba convirtiéndose en el Taiko de Japón. El Taiko (o Kanpaku) era un título equivalente al de Shogun que se daba a los regentes que no eran de sangre noble, y viene a ser un Primer Ministro, o sea, máxima autoridad civil y militar en una cultura donde el Emperador es una figura más religiosa o ceremonial que ejecutiva. Nótese el efecto de leer este tipo de libros en que uno de pronto se convierte en una autoridad en la materia, como podéis comprobar.
En realidad gran parte del trabajo de unificación lo había hecho el que fue el señor de Hideyoshi hasta su muerte, Oda Nobunaga, un loco fascista al que no puedes evitar cogerle simpatía. Especialmente emocionante es la muerte de Nobunaga, que no desvelaré aquí, representativa del camino del guerrero (el famoso Bushido o código del samurai).
El tercer protagonista, que en la novela es secundario, es Tokugawa Ieyasu, quien terminó siendo Shogún (este sí era de sangre noble) al morir primero Nobunaga y luego Hideyoshi. El autor da a entender que el shogunato le tocó en una rifa y que el mérito había sido de los otros dos, lo cual no fue impedimento para que su dinastía continuara gobernando el país hasta 1867.
Hay una canción popular japonesa que dice así:
¿Qué hacer si el pájaro no canta?
Nobunaga responde: ¡Mátalo!
Hideyoshi responde: Haz que quiera cantar
Ieyasu responde: Espera
Yo diría que Nobunaga es como Aquiles e Hideyoshi como Ulises, fecundo en ardides.
A lo largo del libro es fácil perderse con tantos nombres de samurais, generales, ciudades y provincias, sobre todo porque después de cada batalla o asedio suelen cambiar las alianzas y los que eran enemigos pasan a ser amigos. Pese a su extensión es una novela que casi nunca pierde el ritmo. Eso sí, te tiene que gustar la cosa estratégica, la intriga política, las grandes batallas, las hazañas katana en ristre y los suicidios honorables, porque de lo demás hay poco.
El libro es difícil por su extensión pero me ha dejado un poso buenísimo y me parece recomendable aunque solo sea por salirse de lo convencional y por el interés de aprender un poco de historia.
Le pongo ****.
Queremos tener un foro en el que poder compartir lo que pensamos sobre los libros que hemos leído o que leemos. Esto nos ayudará a poder seleccionar entre los miles de libros que se han escrito y los que se publican a diario.
martes, 27 de enero de 2015
sábado, 3 de enero de 2015
Vestido de novia (2009) de Pierre Lemaitre (1951)
Acabo
de terminar esta novela policíaca, de este autor francés que ganó el Goncourt
del 2013.
Como
sabéis hay varios tipos de novelas policíacas. El genuinamente inglés con
Holmes como gran maestro, seguido por el Padre Brown y Hercules Poirot, estupendos ambos. Son los clásicos whodunits (¿quién lo hizo?)
en mundos generalmente cerrados y estáticos en los que al autor le preocupa la
dificultad del problema y la inteligencia deductiva del investigador para
encontrar la verdad sin que le quite el sueño lo real o artificial del elenco o de la historia. Esta línea se ha mantenido, pero cuidando más el retrato de personajes, en las novelas de policías, como el Inspector Kurt Wallander, el
Comisario Montalbano o el Inspector Jefe de Scotland Yard Adam Dalgliesh de la
recientemente fallecida PD James. Maigret
es una excepción por la importancia que tiene el componente humano en sus investigaciones..
Otra
línea es la de la novela negra, que podemos decir empieza en
USA con Hammett, al que le siguen Chandler, Goodis, Thompson, Leonard y una
pléyade de autores que forman las colecciones de la Biblioteca
Oro de Molino, de El Séptimo Círculo de
EMECÉ, de Bruguera o de Etiqueta Negra de Jucar, y que han
sido fuente de enorme disfrute. Son novelas que puede tener interés el ¿quién
lo hizo?, pero lo realmente más atractivo es seguir la lucha del protagonista por
sobrevivir y conocer la verdad en un mundo hostil, abierto y dinámico. Está
claro que al autor le preocupa mucho el dibujo de ese ambiente y la
consistencia de los personajes, que por lo general no son malos totales ni
buenos de altar, sino de una enriquecedora complejidad sumamente sugestiva.
El éxito de Anibal Lecter de El
silencio de los corderos, John Doe de Seven,
Amy Dunne de Perdida convertidos en la quintaesencia del mal, hizo que el cupo de malos integrales creciese notablemente. Al
tiempo que los buenos se hicieron mucho más crueles. La novela policíaca
francesa, la nórdica y la tradicional de habla inglesa acabaron padeciendo de iguales excesos y parecidas simplificaciones.
Vestido de Novia es una novela más bien de
malo y de víctima menos mala, pero tirando a serlo. El interés está magníficamente
dosificado y no puedes abandonar su lectura hasta haberla terminado. No llega a 300 pg. y está
dividida en cuatro partes, la segunda algo descompensada respecto a las restantes.
Le
he puesto XXX1/2, y está a vuestra
disposición.
Rafa
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