jueves, 11 de julio de 2019

David Foster Wallace (1962-2008). La Broma Infinita (1996).

Regreso años después al blog, motivado por la lectura de un libro que merece su reseña y recomendación. ¿Alguien leerá esta entrada?

La Broma Infinita no es ninguna broma, ya que es largo y difícil de leer. Para que os hagáis una idea, me ha costado casi seis meses terminarlo. Pero tengo que decir que ha merecido la pena.

David Foster Wallace es un escritor de culto, que además tiene ese halo que le proporciona su fatal destino: Drogadicto, alcohólico y depresivo, Wallace se suicidó a los 46 años colgándose de una viga y dejando el manuscrito de su última novela (el Rey Pálido) sin terminar sobre la mesa.

En mi opinión, Wallace es un genio. Así de claro. Tiene un estilo único, se podría decir que reinventa el idioma inglés, y al leerlo el argumento es lo de menos, uno disfruta simplemente con la forma. No sé cómo será la traducción, tiene que haber sido un trabajo de chinos, dada la longitud del libro y la complejidad de la prosa de Wallace, que cada dos por tres suelta una palabra inventada por él mismo. Os diré que acabo de empezar una novela más ligerita, para oxigenar el cerebro en verano (Tormentas Ordinarias, de William Boyd), y después de la Broma Infinita cada frase que leo me parece ordinaria, vulgar.

El único pero que puedo poner a la Broma Infinita es que a su autor, a base de deleitarse con las formas, se le va la mano con el argumento y la duración. La trama es delirante y se sitúa en un futuro no muy lejano en la Organización Norteamericana de Naciones. Los EEUU han absorbido Canadá y México, y un grupo terrorista independentista quebequois (los Asesinos en Sillas de Ruedas) maquina para hundir a la sociedad americana en la miseria. Los servicios secretos americanos sospechan de un arma secreta, la Broma Infinita, que es una misteriosa película cuyos espectadores, una vez que empiezan a verla, quedan enganchados, patidifusos, y no pueden dejar de verla, hasta que se mueren de sed, de hambre o de sueño. El autor de semejante obra (James Incandenza) es a la vez fundador de una academia de tenis, cuyos alumnos también son protagonistas de la historia. El elenco de personajes lo completan una serie de drogadictos en una casa de rehabilitación cercana a la academia. Wallace demuestra un conocimiento profundo del mundo de las drogas y sus adicciones, que vivió en primera persona. De hecho, según algunas interpretaciones la novela sobre todo va de eso, de la adicción al alcohol y las drogas.

Le voy a poner ***** porque me parece una obra única y creo que para lectores con cierto bagaje es una obra esencial, que hay que leer. Entre otras cosas para hacerse el interesante y distanciarse de la cultura de masas como diría Douglas Coupland.

1 comentario:

Mercedes dijo...

Querido sobrino: hacía años que no entraba en el blog por nostalgia de Diego. Tu prima Isabel leyó este libro y, aunque le costó, pretendió que yo lo leyera también. A cambio, y siendo cobarde, leí "Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer"; no sólo me gustó, sino que me reí un montón con alguno de los ensayos. Además, el autor era un forofo del tenis, afición que compartimos. En cuanto tenga un ataque de moral, prometo leer La Broma Infinita.