El amigo Borges me amenaza desde mi Sony E-Reader con dos de sus obras, "El Aleph", y "Ficciones". No puedo evitar percibir a Borges como un escritor con pretensión, con la necesidad de mostrar al mundo su erudición y su dominio de la lengua. El problema que tengo con este escritor viene de lejos, aunque voy a hacer el esfuerzo.
Mientras tanto, y como hago siempre, me refugio en la Poesía, terreno hecho a la medida de los vagos y de los amantes de la emociones directas. He repasado los siguientes:
Blas de Otero. Antología de Pablo Jauralde. Muy pobre pues no recoge ni tan siquiera una pequeña nota bibliográfica del poeta. Hay algunos poemas buenos, pero otros no pasan el test del tiempo.
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Miguel Hernández. Poemas de Amor (Alianza Alfaguara). Está bien, sobre todo los apasionados versos que dedica a su mujer y a su hijo.
Tristes guerras,
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas,
Si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres,
si no mueren de amores.
Tristes tristes.
Jaime Gil de Biedma. Antología Poética. Alianza Editorial. Amargo, pero acertado y agudo.
En un viejo país ineficiente
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
Al final vuelvo a mi amado Antonio y recuerdo los versos de esperanza que escribió después de la muerte de su joven amada Leonor. Emoción y sinceridad. El Papa escribió una Encíclica, "Spe Salvis", y no estuvo tan acertado como el poeta.
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!.
Un abrazo.
1 comentario:
No he leído a Borges desde hace mucho tiempo y es posible que si lo vuelvo a hacer me parezca tan ampuloso como a ti.
Tampoco dos antologías de Luis Cernuda y Jorge Guillén me han levantado el ánimo.
Hay días que los libros nos debían retirar el saludo.
Un abrazo
Rafa
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