Proust
abandonó pronto sus estudios de derecho para dedicarse a las letras al tiempo
que se convertía en un habitual de la alta sociedad parisina. A los 35 años por
padecer asma, se recluyó en su domicilio, comenzando su libro en 1907,
escribiendo desde su cama y utilizando su peculiar escritura con plumilla y tintero,
llenó más de 75 cuadernos con borradores, que ni paginaba, ni numeraba, solo
identificables por títulos o por dibujos.
A
finales de 1912 envía a varios editores el manuscrito de los dos primeros volumenes,
siendo rechazado por todos, el más sonado: André Guide, Premio Nobel de 1947. Proust
termina por editar el primero en Grasset a su costa y con escaso éxito. Al terminar la Gran Guerra , en 1919,
Gallimard lo reedita con modificaciones hechas por el propio autor y además la
extensa segunda parte: A la sombra de las
muchachas en flor. Los libros obtienen el reconocimiento del público y A la sombra… gana el Premio Goncourt de
ese año.
Según
el autor: el estilo no es un adorno como algunos creen, no se trata tampoco de
una cuestión de técnica, es – como el color en los pintores – una calidad de
visión, la revelación del universo particular que cada uno de nosotros ve y que
los otros no ven.
A Proust
no le gusta puntuar, y trata de escribir como se habla, sin cortar sus largas
frases, si bien éstas alternan con frases cortas. Tampoco usa en los
diálogos las habituales separaciones y espacios en blanco. Resultando, como
dice Milly, extensos bloques de escritura, sorprendentemente homogénea, que
integran: hechos, palabras y pensamientos en una especie de inmenso monólogo,
donde el lector debe restablecer las inflexiones de voz (parece imposible que párrafos tan largos fueran escritos y
probablemente leídos en voz alta por alguien aquejado de problemas respiratorios).
Sin
embargo esa forma de narrar, gracias a su ritmo, no ajeno a la poesía, y a su enciclopédica
cultura: arte, música, historia y mundanidad, con los que el autor enriquece los
hechos para un mejor conocimiento de la realidad y de la verdad, hace que a
medida que avanza su lectura, nos sintamos más cómodos y nos envuelva un raro
placer con olvido del mayor o menor interés de la anécdota.
La novela
es el relato de un adulto que cuenta su vida en primera persona, salvo en Un amor de Swann (segundo capítulo de esta libro) que lo hace en tercera.
En un
laberinto de personajes y lugares y pensamientos recordamos:
Su Inicio: Longtemps,
je me suis couché de bonne heure. La búsqueda del sueño y el beso
nocturno; la experiencia de gozo y totalidad al mojar en té la magdalena
moldeada con una vieira de Santiago.
La hipocondríaca
Tante Léonie y su fiel Françoise; el domingo en Combray: los espárragos, la Iglesia.
Los dos
caminos de Cambray: el camino de Méséglise o el camino de Swann y el camino de
Guermantes.
El salón de
los Verdurin, Odette, la sonata, les
catleyas (orquídeas); el amor de Swann; los celos; La fiesta de la marquesa
de Saint-Euverte.
El nombre:
Balbec, los Campos Elíseos, Gilberte
Me
he atrevido a hacer este breve comentario sobre esta singular obra, habiendo
tan solo leído su primer libro: En el camino de Swann, porque la
experiencia ha valido la pena y estoy más que animado, si la salud y el tiempo
lo permiten, a proseguir la lectura de sus siete partes que suman más de tres
mil páginas.
Le
he puesto XXXX ½ y está a vuestra
disposición
Rafa
Nota: Lo he
leído en francés, en una edición de bolsillo de 1987, de Jean Milly para
Flammarion, bastante voluminosa más de 670 páginas de texto, notas y
comentarios, todo en letra pequeña, que he alternado con otra, también en
francés, en el lector electrónico de Amazon, más impersonal, pero más cómoda.
Hay también, gratis como la francesa, una traducción al español en e-book, la
misma en Google, Amazón y otros, que no es muy buena.
1 comentario:
Querido Rafa:
Eres un valiente metiéndote con este tocho mítico de la literatura universal. No creo que me atreva, a pesar de lo sugerente de tu reseña.
....aunque nunca se sabe.
Un abrazo.
Diego.
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