martes, 8 de septiembre de 2015

Los viejos amigos (2003) de Rafael Chirbes (1949-2015)


Este singular autor, recientemente fallecido, profundamente interesado por el dramático efecto de los ideales políticos en nuestra sociedad, que supo plasmar en hermosas novelas como La buena letra (1992) y La larga marcha (1996), y que desde su bautismo como escritor con Mimoun (1988) nos ha demostrado su nivel de exigencia y gran calidad    

En En la lucha final (1991), en La caída de Madrid (1997), o en el libro que nos ocupa, la construcción es semejante, consiste en presentar a los personajes mediante largos monólogos interiores, donde muestran su situación actual en contraste con los ideales del pasado, que a lo largo de sucesivos monólogos se irán crudamente degradando hasta su destrucción en amargo desencanto.

Los personajes están muy bien dibujados, quizá en exceso, se nota demasiado la presencia del autor, como también en el desarrollo de la historia y en su remate final. El pesimismo de Chirbes puede con todo y a mi entender resta libertad y vida a las historias.      

La piedad se evapora con el tiempo. Los jóvenes estáis deseosos de ayudar, de intervenir. Arriesgáis vuestra vida por una idea, por un amigo, os mataríais por demostrarle a alguien amor, sin daros cuenta que la vida es lo más fácil de entregar; de que el día a día es lo más difícil, lo que quema, lo que lo convierte todo en nada. A los sesenta años la piedad es sólo un gesto de cortesía como el que se hace al dejar el asiento en el metro, al cederle el paso en una puerta a alguien que va cargado con paquetes. Mecánica. Las emociones se gastan, el hombre no posee un caudal inagotable de emociones, ni mucho menos. A lo mejor los científicos tienen explicaciones para eso, cuestión de terminales nerviosos.
  
 Tengo en la biblioteca sus celebrados: Crematorio, ya comentado en este Blog, y En la orilla, que espero leer próximamente y volver a disfrutar con este honesto autor.

A Los viejos amigos le he puesto XXX1/2 y está a vuestra disposición.

Rafa

2 comentarios:

Diego dijo...

Querido Rafa, creo que aciertas cuando dices que, "se nota demasiado la presencia del autor. Es la sensación que tuve leyendo "Crematorio". No me sentí libre de vagar por el texto, siempre estaba Chirbes allí para impedirlo en cierto modo.

Dice Iñaki Uriarte en el último tomo de sus "Diarios": "Esos que escriben como si en la literatura se tratara de escribir y no de leer" Pues eso.

Gracias Rafa.

Mercedes dijo...

Yo leí "En la Orilla" y no me gustó demasiado. Como dices tú es muy honesto pero la novela me resultó muy reiterativa, me dejó la sensación de que podía haber leido otra cosa mejor. A ver qué opinas tú que eres mucho más entendido.