Tras mis lecturas de The Searchers y Butcher's Crossing, había recibido varias recomendaciones en el sentido de que para cerrar verdaderamente el ciclo de novelas esenciales del oeste americano debía leer Warlock, de Oakley Hall.
El título confunde pues suena más a literatura fantástica, pero es el nombre del pueblo donde tiene lugar la acción. Ciudad fronteriza y salvaje donde reina el malo, Abe McQuown, y sus secuaces, una banda de vaqueros que se dedican a robar ganado y en sus ratos libres atemorizan a los habitantes de Warlock y van liquidando a los sucesivos valientes que se atreven a colgarse la estrella de sheriff.
Así las cosas, la gente respetable del pueblo para defender sus legítimos intereses comerciales y su seguridad tienen la brillante idea de contratar los servicios de Clay Blaisedell, un pistolero de dudosa reputación que a su vez es amigo de un tahúr llamado Tom Morgan (muy propio) y al cual viene persiguiendo una antigua novia vengativa, Kate Dollar, cuya reputación es igual de dudosa. En medio de este barullo está el nuevo sheriff, Johnny Gannon, cuyo hermano Billy es de los malos, y la bella Jessie Marlow, conocida como el ángel de Warlock, que regenta una suerte de hospital para los mineros que sufren todo tipo de accidentes laborales y por ello están a punto de amotinarse. La llegada de Blaisedell y su primer duelo contra los McQuown abrirán la caja de Pandora.
En medio de un ambiente clásico del oeste que como es lógico dio lugar a su correspondiente película (Henry Fonda hacía el papel de Blaisedell), nos encontramos una novela que tiene muchísima miga. Por momentos es como una obra de teatro en el sentido de que casi toda la acción ocurre en dos o tres lugares de la ciudad de Warlock, que se convierte ella misma en protagonista principal. A veces es una novela pura de acción y en otras es un tratado sociopolítico de largo alcance. Warlock no tiene categoría administrativa propia sino que depende de Bright's City, donde se juzga a los criminales que las más de las veces salen absueltos. Esto genera un vacío de autoridad que la comisión vecinal tratará de llenar por la vía de los hechos contratando un pistolero que está por encima de la ley y que, al final, no se sabe si es el bueno o el malo. El caos en ocasiones puede más que un sheriff escaso de apoyos y un juez borracho y carente de autoridad, y los ciudadanos se toman la justicia por su mano.
Todo ello aderezado con coloridas descripciones de los duelos entre los protagonistas que harán las delicias de los aficionados al género. Siempre me había preguntado por qué los vaqueros esperan a que desenfunde el contrario en lugar de sacar la pistola y disparar sin más. En esta novela lo explican bastante bien, es así para poder decir que el otro desenfundó primero y justificar que has actuado en defensa propia, evitando que te manden a la horca.
En fin, una novela interesante a la que pongo *** 1/2.
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