domingo, 17 de junio de 2012

Luz de Agosto (1932) de William Faulkner (1897–1962)



Estaba deseando hincarle el diente a este libro, que leí sin fuste en 1984 y del que guardaba un buen recuerdo lleno de lagunas. La ocasión surgió con la edición en Kindle de Light in August (The corrected text) ( W.Faulkner (autor), Noel Polk (editor) y Joseph Blotner (colaborador)) que he leído y disfrutado.

Según Bloom, Faulkner, influido por Conrad y Melville es el autor que sigue más vivo de su generación y Luz de Agosto nace en su período mas creativo: 1929 a 1940 en el que escribe sus obras más famosas: El ruido y la furia (1929), Mientras agonizo (1930), Santuario (1931), Luz de Agosto (1932), ¡Absalón, Absalón! (1936), Las palmeras salvajes (1939) y El villorrio (1940).

Frente a Mientras agonizo, que es una novela breve, compuesta por monólogos interiores en un estilo realmente original, Luz de Agosto es una novela larga que sigue las formas del relato clásico, con retrocesos y avances de la historia, sencillos de seguir, pero que el lector no siente que pertenecen a tiempos distintos, sino que son un todo dramático.

El retrato de sus personajes es intrigante y ambiguo, y tanto el de los principales como el de muchos secundarios es magnífico. Lena Grove es la inocencia y el amor. Joe Christmas, Joanna Burden y Gail Hightower son seres complejos de vida atormentada y abrumadora fatalidad. La sociedad en que se mueven es racista, violenta y fanática. Es el Sur Confederado, más de sesenta años después de la Guerra de Secesión.

Le he puesto xxxx1/2, y os recomiendo su lectura.
Un abrazo
Rafa

Adjunto un fragmento de su breve discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 1950 :

“Nuestra tragedia actual es el haber padecido tanto tiempo un miedo físico general y universal que no podemos seguir soportando. Ahora ya no existen problemas del espíritu. La única pregunta que se plantea es: ¿En qué momento voy a desaparecer? Es por esto que los jóvenes que ahora escriben se han olvidado de los problemas del corazón en conflicto con él mismo, que por sí solos pueden generar buena literatura, pues sólo de eso es de lo que vale la pena escribir y justifica la zozobra y la extenuación. Debe aprenderlos de nuevo y caer en la cuenta que lo esencial de todas las cosas es experimentar temor; y una vez asimilado, borrarlo de la mente para siempre, sin dar cabida a nada, salvo a las antiguas verdades del corazón, las verdades universales, que cuando ausentes hacen de cualquier historia algo efímero y vano: el amor, el honor, la piedad, el orgullo, la compasión y el sacrificio. En tanto no lo haga así, trabajará bajo una maldición. Escribirá no acerca del amor, sino de la lujuria, de derrotas en las que nadie pierde nada de valor, de victorias sin esperanza, y lo peor de todo, sin misericordia o compasión. Sus congojas no llorarán sobre osamentas universales, ni dejarán cicatrices. No escribirá del corazón, sino de glándulas.

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 Creo que el hombre no sólo resistirá: sino que prevalecerá. Es inmortal, no por ser el único entre los animales que tiene una inextinguible voz, sino por que tiene un alma, un espíritu capaz de compasión, sacrificio y resistencia. El deber del escritor y del poeta es escribir acerca de estas cosas. Y es su privilegio ayudar al hombre a resistir, animándole, haciéndole recordar el valor, el honor, la esperanza, el orgullo, la compasión, la piedad y el sacrificio, que han sido la gloria de su pasado. La voz del poeta no necesita ser simplemente el testimonio del hombre, bien puede ser uno de sus apoyos, de los pilares que le ayuden a subsistir y prevalecer"

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