miércoles, 21 de octubre de 2015

Héctor Abad Faciolince (Medellín 1.958) El olvido que seremos (2.005)


Libro de difícil clasificación que me presta y recomienda fervientemente mi amiga Covadonga, que leo con muchísimo interés, y que me va seduciendo según avanzo en su lectura.

No sé si es una autobiografía, la biografía del  padre del autor, el relato de la vida en familia en  Medellín de una familia burguesa , o yendo más lejos un ensayo sobre la Colombia de los años 1.960 a 1.990 y 2.005 desde el punto de vista sociológico, político, económico, y  religioso con sus luchas violentas entre facciones de extrema derecha con los militares, paramilitares, jerarquías ultra conservadoras de la Iglesia Católica, frente a las facciones liberales, progresistas, y extremistas de izquierda defensores de la igualdad en la educación, la salud, y el trabajo entre las distintas clases sociales, luchas en las que se verán involucrados algunos miembros de la familia y entre ellos el adorado padre del autor Héctor Abad, Catedrático de Medicina, y figura política comprometida en la defensa de los derechos de los más desfavorecidos. En resumen, un testimonio en primera persona.
Héctor Abad Faciolince
Tiene el autor la habilidad de ser parte de la historia y a la vez de intervenir como cronista de los sucesos de su familia, su país, y su ciudad, sin perder la tensión y la emoción de la historia, que es la suya, pues el lector se da cuenta desde el principio de que al padre querido y adorado por el autor le va a pasar algo trágico.


Escribe con un estilo muy personal y reiterativo sobre todo en aquellos los puntos que considera críticos en la historia y entre ellos el trato amoroso y tolerante que recibía de su padre, y la pasión de este por la defensa de la justicia social y los planes concretos que propuso y llevó a cabo para la mejora de las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas.

El título del libro está sacado de uno de los Epitafios escritos por José Luis Borges:

Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte y las endechas.

No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá quién fui sobre la tierra.

Bajo el indiferente azul del cielo,
esta meditación es un consuelo.

Termina el libro con esta frase y este deseo del autor al escribir esta crónica:

"Lo que yo buscaba era eso: que mis memorias más hondas despertaran. Y si mis recuerdos entran en armonía con alguno de ustedes, y si lo que yo he sentido (y dejaré de sentir) es comprensible e identificable con algo que ustedes también sienten o han sentido, entonces este olvido que seremos puede postergarse por un instante más , en el fugaz reverberar de sus neuronas , gracias a los ojos, pocos o muchos, que alguna vez se detengan en estas letras"

Yo he sido uno de ellos. Le pongo ****

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