Padres
e hijos es el único libro que he leído de este autor ruso occidentalista y
totalmente opuesto ideológicamente a su contemporáneo y eslavófilo Dostoievski
(1821-1881) que no paraba de echar pestes contra Turguénev, por sus opiniones y
por una deuda de juego que aquél le reclamaba y al parecer Don Fiodor nunca
pagó.
El
libro, de apenas 230 páginas, es un emotivo ejemplo del choque de ideas entre
generaciones expresada con pasión y lirismo.
En
el ensayo que prologa la edición Bela Martinova nos dice:
Padres e
hijos es una obra sumamente
trascendente para la historia de la literatura rusa. Y ello, por varias
razones; la primera, y tal vez la más conocida, es la que le atribuye la
innegable influencia que desempeñó a la hora de abolir la servidumbre,
imperante en Rusia hasta 1861. La segunda se debe a la descripción que en ella
hace Turguénev de la confrontación de dos ideales, el aristocrático y el nihilista…
en las personalidades de Pável Petrovich Kirsanov y de Bazárov…y ser los
portadores…de dos ideas tipo…que si bien siempre han coexistido en la historia
de la humanidad, también han dividido significativamente al mundo…Al estudio…de
estas tipologías, les dedicó Turguénev tiempo y reflexión…hasta plasmar su
original enfoque filosófico en su célebre ensayo Hamlet y Don Quijote.
El
pasado 17 de Julio en el Cultural de El Mundo Ignacio Echevarría publicó un artículo muy interesante titulado Emociones
Injertadas, del que me he permitido transcribir un fragmento, (http://www.elcultural.com/secciones/Minima_molestia/10/160/5)
y
que comenta unos pasajes del libro de Botho
Strauss, La dedicatoria (1977), en
la edición, de elegante diseño, que de la novela hizo Alfaguara en 1984, con
traducción de Genoveva Dietrich. Leí varios libros de este autor en los
ochenta, que aún conservo, y recuerdo que me gustaron: La hermana Marlene y Teoría
de la amenaza; la mencionada: La dedicatoria; Rumor; Parejas y transeúntes y El
hombre joven. Después le perdí de
vista y aunque sigue en activo apenas se han traducido nuevas obras a
nuestra lengua.
El protagonista de la
novela es un hombre al que su pareja ha abandonado bruscamente, sumiéndole en
una bancarrota emocional, anota cuantas ideas pasan por su cabeza con el
propósito de restaurar la conversación interrumpida. En una de éstas, se pone a
leer Padres e Hijos de Turgeniev,
y observa el modo en que esa lectura lo arma para un tipo de experiencias de
las que carece. Se pregunta entonces si puede
ocurrir que la lectura de ciertos libros eleve nuestros sentimientos a una
altura superior a la que nos corresponde.
Y
concluye: “Por la vía imaginaria hemos encontrado la pasión olvidada, pero lo
que ésta desencadena en nosotros, su emoción, no es en absoluto imaginario,
sino real, como lo son las lágrimas y los temblores. Es un sentimiento que
exige ser utilizado, que reclama la experiencia personal. Pero en
nuestro presente cotidiano nada le corresponde. En él todo se rige por una
dieta sentimental pobre. La verdadera vida no ofrece
oportunidades para vivirla hasta la saciedad. Así, tras leer el libro, la
pasión dispuesta a saltar acecha en nosotros pero nadie la invita a la acción”.
Da que pensar esta idea
de la lectura (pero lo mismo cabría decir de una melodía o de una película, por
ejemplo) como excitante de sentimientos que la vida diaria no puede colmar.
He vuelto a leer La dedicatoria, libro del que no
recordaba nada y me ha gustado, le he puesto XXXX , lo mismo que a Padres
e hijos, ambos están a vuestra
disposición,
Rafa
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