Un libro extraordinario, una obra maestra, que he leído con
verdadero interés llevado de la mano de este apasionado historiador
especialista en la historia de Europa, hueso que, por lo que he podido comprobar, ha roído durante mucho tiempo. La recomendación ha venido de Rafa y de Juan, de
quienes espero comentarios jugosos.
La primera consideración es que Judt empieza cada capítulo de una manera muy apetitosa para el
lector. Pone encima de la mesa los argumentos fundamentales de cada tema y va
desarrollando poco a poco el mismo. Cada capítulo está perfectamente pensado
para que sea un tema en sí mismo aunque forme parte de un todo. Mi
recomendación para los que se sientan intimidados por las 1.200 páginas es que
lean aquel capítulo que les resulte más interesante y que no se empachen
leyendo todo el libro de una vez.
El periodo de tiempo que cubre es el mismo que he vivido yo, lo que, con la salvedad de los primeros años que no puedo recordar, ha hecho de la
lectura una ilustración de mis recuerdos en muchos casos borrosos. España no aparece en escena hasta mediado el libro. España no jugó ningún papel relevante hasta bien entrado el siglo XX.
Judt escribe con
sencillez, sin barroquismos ni exhibiciones de erudición, esto unido al hecho
de que tiene las ideas muy claras hacen del libro algo muy interesante y asequible para
cualquiera. Judt es inglés y de origen judío por parte de su padre y de su madre lo que, no solo se nota en el buen conocimiento que tiene de Inglaterra, si no también en la importancia y el énfasis que pone en el exterminio del pueblo judío y en la tardanza de los países que participaron en el mismo en reconocerlo.
Desde el punto de vista formal es una pena que este historiador tan joven no publique su libro en formato digital. Esto le permitiría incluir mapas, gráficos, y tablas. Sobre todo en los datos económicos que, como no podía ser de otra manera, abundan en su libro.
Desde el punto de vista formal es una pena que este historiador tan joven no publique su libro en formato digital. Esto le permitiría incluir mapas, gráficos, y tablas. Sobre todo en los datos económicos que, como no podía ser de otra manera, abundan en su libro.
Escribe en el antepenúltimo párrafo del Epílogo:
“A diferencia de la
memoria, que se confirma y refuerza a sí misma, la historia incita al
desencanto con el mundo. En gran medida, lo que puede ofrecer es desalentador,
incluso perturbador, razón por la cual no siempre resulta políticamente
prudente esgrimir el pasado como arma arrojadiza con la que golpear y amonestar
a un pueblo por sus pecados pasados.
Pero la historia sí debe aprenderse y, periódicamente, reaprenderse.
En un conocido chiste de la era soviética, un oyente llama a Radio Armenia para hacer una pregunta: “¿Es posible predecir el futuro?” Respuesta: “Sí, no hay problema. Sabemos exactamente cómo será el futuro. Nuestro problema es el pasado: que siempre está cambiando””
Pero la historia sí debe aprenderse y, periódicamente, reaprenderse.
En un conocido chiste de la era soviética, un oyente llama a Radio Armenia para hacer una pregunta: “¿Es posible predecir el futuro?” Respuesta: “Sí, no hay problema. Sabemos exactamente cómo será el futuro. Nuestro problema es el pasado: que siempre está cambiando””
Os recomiendo fervientemente que leáis este libro.
2 comentarios:
Ahora que estoy reenganchado no dejaré pasar esta recomendación, por cierto, tan entusiasta.
Eso sí, buscaré el formato electrónico, que a 1.200 páginas les sobran muchos gramos, y son mucho árbol muerto.
Bienvenido al mundo de los libros; me alegro de que vuelvas a casa.
Efectivamente el libro pesa lo suyo y se habrá comido unos cuantos árboles; de modo que mientras repaso las notas he decidido leer con el libro sobre la mesa, como cuando estudiaba.
Un abrazo.
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